Y cada día a la misma hora, Carlitos bota bota subía al tejado
de su casa y botaba y botaba pero a la luna nunca llegaba.
Y así pasaron los días, y pasaron los años, y siguieron pasando.
Carlitos -ya Carlos bota bota- veía como su Luna de nácar
noche tras noche se le escapaba, así que se decidió y buscó la
montaña más alta y subió a la cima mas alta que nunca viera.
Sus huesos ya no eran jóvenes y fuertes, ni su fuerza era la
misma de antaño, pero decidido comenzó a botar, botar y
botar, y su mano a alargar, alargar y alargar hasta que en uno de
los saltos, sintió como era el más grande que nunca había dado.
Hasta la Luna blanca de nácar llegó y en su brazo quedó
recostado mirando las estrellas, estas, sus pupilas de luz
llenaban y su cara estaban iluminando.
Madre Luna de nácar, le recostó en su regazo, cantó
una nana como jamás se había oído y sonriendo le dejó
dormidito y con su cara sonriendo.
Piluca, -que así Carlitos bota bota a su hija había llamado-
Despertó contrariada, un fuerte golpe había, en la habitación
de su padre Carlos bota bota, resonado. Incrédula, se levantó
al ver una luz brillante en la habitación de su padre Carlos bota
bota.
- Pero . . . si apagué la luz cuando acostado le dejé - se dijo
para sí Piluca.
Al entrar en la habitación vio a su padre con la sonrisa plasmada
en su cara, y tan brillante que parecía una estrella en medio de
la noche más oscura que nunca se viera.
- ¡Papa, papa! gritó Piluca la hija de Carlos bota bota.
- ¿Qué pasa hija mía ? Contestó Carlos bota bota con la alegría
marcada en la cara y reluciente como una estrella.
-Estás . . . estás brillando con luz propia . . . - alcanzó a decir
Piluca, frotándose los ojos incrédula.
Carlitos bota bota, se quedó mirando a su hija con la sonrisa
grabada en su cara y su cuerpo brillando como una estrella del
firmamento. Cerró sus ojos y, sentado en la Luna blanca de
nácar, siguió jugando con las estrellas, y el muy truhan la luz
les iba robando.
Desde entonces, cada noche se ve en el firmamento, cuando
anochece, una nueva estrella que brilla más que la estrella más
brillante jamás vista y se oyen sonrisas en la noche junto a
Madre Luna de nácar.