domingo, 11 de agosto de 2013

La cueva de las mil preguntas




   Anduve, monte arriba, en busca de la felicidad; pues muy ufana ella
en sus menesteres, se había refugiado, según los más viejos del lugar,
en la cueva de las mil preguntas. Me advirtieron que cuando llegara
a la cueva, para poder entrar y, según a lo que fuera a ella, la montaña
me haría una pregunta que con la verdad debería responder, así qué,
armado de toda mi sabiduría y saber estar, a la vuelta de un recodo,
monte arriba, con la entrada de la cueva vine a dar:
   - "¿Qué es la felicidad?"- sentí que me peguntaba la montaña.
   - Es la búsqueda de la verdad - respondí eufórico.
   La piedra que tapaba la entrada a la cueva, ni se inmutó. Comencé
entonces un sin fin de respuestas y a cada una de ellas obtuve la misma
sentencia: la quietud e inmovilidad de la piedra de la entrada.
   Derrotado por la angustia de mi ignorancia, di media vuelta y, en un
estallido de rabia grité: ¡No lo sé, no lo sé, no lo sé!
   A la tercera vez de mis gritos, la piedra rodó a un lado dejando la
entrada libre.
    No hallé nada en su interior, solo una flor había en medio de la cueva,
que irradiaba luz propia aún estando en la más oscura de las sombras.
Era tan bonita que olvidé lo que había venido a buscar.
   Con el paso de los años, fui entendiendo lo que cueva me respondió:
"Aún en lo más sombrío de la vida, la belleza de la felicidad puede
florecer, sólo hay que cuidarla"

3 comentarios:

  1. Maravillosa Lección que nos ofrece la Naturaleza para personalizar la Felicidad que estamos buscando y está tan cerca.
    Me ha encantado.
    Abrazos.

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  2. Y no dejemos nunca de cuidar a la belleza, aunque se esconda en la más oscura de las cuevas.
    Un abrazo.

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  3. Bello relato y gran mensaje.¡Enhorabuena! Un abrazo

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