-¡Parras! una caña -grito al camarero y me siento en la mesa con
mis amigos.
-Llegas tarde ¿de dónde vienes?- me pregunta un contertulio.
-He estado en la mota, el paseo que une los dos molinos. He visto
amanecer. El sol ha salido por detrás de las salinas y como había un
poco de bruma, el cielo se ha enrojecido tanto que bien parecía un
incendio en las naves de la salinera. ¡Ha sido precioso! además, la
charca de la salinera estaba plagada de flamencos y de vez en cuando
algún mújol saltaba a su alrededor haciéndolos dar unos saltitos muy
graciosos. Ha sido un paseo genial tenéis que probarlo. . .
-¡Pues yo he estado allí a la amanecida y no he visto nada de lo que
cuentas! -me dice una persona que estaba sentada en otra mesa y
que parecía muy interesada en la conversación.
-¿Esta mañana? le replico.
-¡Sí, esta mañana, a la amanecida!- me responde con un poco de
sorna.
-Pues estaba yo . . . -pienso dubitativo- y un ciclista que iba muy
rápido, tanto, que en el tiempo que he estado ha dado más de diez
vueltas entre los dos molinos.
Se queda mirándome con gesto de aprobación, dándome a entender
que el ciclista era él.
-Amigo, creo que hemos estado en el mismo lugar, y a la misma hora,
la diferencia es que yo he mirado para ver y usted lo ha hecho para
correr.