sábado, 30 de agosto de 2014

Varado en tu cintura.

Cuando quedo varado en tu cintura
el sonido del alma
se silencia y posterga el tiempo,
solamente el crujir de la madera
se aventura a romper
nuestras noches en vela . . .
Sentimientos vertidos en miradas
para querer, ¡querer a la desesperada
con la fuerza del viento,
la bravura del mar . . .!
el sosiego y tibieza de un lamento.
Dar puntadas e hilar el tiempo
variedad inestable de las cosas,
el chascar silenciado de las losas . . .
Presenciar la alborada,
contemplar, ser aurora en tu mirada,
revelar los secretos, la callada . . .
del sentir hacer ley,
disentir toda regla, corazón,
para amarte y perder toda razón.

lunes, 25 de agosto de 2014

Tormentas de verano

La calma es compañera traviesa
 y juega con las olas
en esa divertida cadencia
que supone no hacer nada.
Las gaviotas, aviesas sombras
sobre la arena, van marcando
el rumbo a contra viento.
Soy feliz al mirar hacia detrás,
sobre mis pasos marcados en arena y mar
me interrumpo en tu búsqueda.
Es ahora que caigo en la cuenta:
tú, de la tempestad, eres diosa.
Entonces clamo al viento de levante,
es hora de los cambios.
Tanta quietud y calma
sólo preceden por ti.
Ahora soy cual náufrago
pendiente de la mar;
del viento de levante,
de la templada calma que te precede,
de la tempestad.

sábado, 23 de agosto de 2014

La ninfa y la amanecida.

  La mañana se me mostraba clara y las olas iban dejando su legado en la orilla del mar, casi sin querer, el agua iba humedeciendo mis pies, dándoles el frescor de la mañana. Quedé mirando al horizonte y todo se volvió claro y limpio: "un hermoso espectáculo" fue el pensamiento que quedó grabado en mi mente. Unos metros más allá, una ninfa; con un vestido veraniego, vaporoso y transparente, estaba absorta, al igual que yo, de la amanecida. Ha sido una imagen tan bonita y ella era tan hermosa que su magia me ha envuelto en un momento que nunca olvidaré. Cuando todo ha terminado, la hermosa ninfa ha pasado por mi lado y su sonrisa casi hace que mi corazón se pare. La he mirado; me ha mirado y, con una voz tan dulce como el tamarindo maduro, ha susurrado: "Buenos días, hermoso espectáculo", y ha seguido su camino dejando sus huellas en la orilla . . .  Las olas han ido borrando todo vestigio de mi ilusión. Mañana volveré y quizás me atreva a romper el embrujo, o no, pero este momento siempre será mío. . .  Y quizás, sólo quizás, también de ella.

miércoles, 20 de agosto de 2014

A mis prostitutas vírgenes.

Si yo he de ser sincero;
creo que mis encantos
fueron menores que el peso de mi cartera
y, cuando vine a darme cuenta,
¿quién estaba en amores?
pues el que retozaba con tus favores
y pagaba a buen precio
por el carmín pegado a mi boca.
Eso sí, de  muy buena calidad,
que tiernos son tus labios,
tanto, como zahíno es tu pelo
y más que el negro de tus ojos
donde me pierdo cuando te miro
para encontrarme cuanto te pierdo.
Que para volver, sólo falta que abra el monedero,
pero es que, como la dulce miel
que vuelve loco al joven osezno,
tu delicada piel en contraste con la mía
hace que don dinero sea algo bueno para mí
y dulce tentación para la mirada tuya.


domingo, 17 de agosto de 2014

Tu mirada. Dedicado a mi amigo José Luis Morante.

Saberme en el destello de tu sonrisa,
donde las perlas hacen espejo,
hace a mi corazón latir más deprisa;
no sé de tus frugales pensamientos,
ni entiendo de caminos olvidados
que hacen libre al corcel enamorado,
pero quedo prendado en el clavel de tu boca
e hipnotizado en el cuquillo de tus ojos.
¡Sólo con que me mires de soslayo,
que si es de frente, me desmayo!


Amigos: Me vais a permitir que vuelva sobre mis pasos para realizar lo que más me gusta, la poesía limpia, sin pretensiones, sólo con el mínimo arreglo para darle algo de ritmo y hacerla más amena y, porqué no, darle calidad y estilo. Creo que esta vez, me ha salido bastante bien y, por primera vez desde hace tiempo he logrado terminar con un pareado que le da redondez a la poesía, algo que creo que le gustará a un amigo mío al que debo muchas horas de estudio y lectura de poesía, sin lo cual creo que me hubiera quedado estancado, Gracias amigo José Luis Morante, por tus "reprimendas" que tanto bien me han hecho y a la vez me han aficionado a investigar y amar la lectura de la buena poesía.

Mar de fondo.

 El mar de fondo precede a la tempestad arrastrando todo cuanto ha arrancado de los fondos marinos. En nuestra vida no hacen falta tormentas para que el mar de fondo aparezca, éste siempre está ahí, agazapado y dispuesto. Sólo hace falta un desencadenante para que salga a escena: que tu miedo sea mayor que tu valor para afrontarlo.

jueves, 14 de agosto de 2014

Quizás.

Quizás me veas llorar
y mis lágrimas no afloren.
Tal vez me sientas esquivo
escondido en tus favores.
Y es que el día vino huraño,
con sentimientos traidores.
Perdona si hoy no vi el alba
ni cuidé de mis amores.
Disculpa si fui tormenta
con sábanas de reproches,
sólo déjame llorar. . .
Poder expiar mis errores
me mostrará mi mentira
fijando nuevos valores.
Falsa verdad, negra trampa;
ciclón, estruendo y tambores
que llevaron el engaño
a mi vida plena en ronces.
Quizás puedas entender
que mi corazón te ignore
cuando no te puedo ver
porque el fuego lo corroe.
¡Y cómo duele este amor
apresado en los temores!
¡Y cómo esquilma mi vida
no compartir tus favores!
Felonía del desdén
que lleno de sinsabores,
es Señor, y se adueñó
de mis sufridos amores.

domingo, 10 de agosto de 2014

Seguir el camino . . .

  Estaba paseando por la playa y mi hijo intentaba seguir mis pasos pisando por las mismas huellas que yo iba dejando, cuando me di cuenta me metí en la orilla, para pisar por el agua, no vaya a ser el demonio . . .

martes, 5 de agosto de 2014

Gabry -Capítulo 1-

    
       El viento cesó de pronto y todo quedó en calma, el silencio se hizo dueño de la jungla. Marcos, el guía, un tipo seboso y sudoriento, con un gran bigote negro como sus entrañas y unos dientes tan amarillos como el incisivo de oro que mostraba en su sonrisa a cada momento, sacó su pañuelo del bolsillo para enjugar el sudor de su frente, lo dobló con extremo cuidado y volvió a meterlo en el bolsillo.

                     —Algo va mal, esto no me gusta.  ¡Malditos hijos de la gran chingada!—gritó blandiendo su machete al aire mientras miraba hacia las copas de los arboles—¿Dónde estáis? ¡Salid de vuestro escondite!

  Toda la expedición se paró expectante ante la reacción de Marcos, para ellos nada había cambiado salvo el silencio que reinaba a su alrededor y que el fuerte viento que les había hecho tan fatigosa la marcha había cesado repentinamente.

                   
                    —Oiga . . . ¿Qué le ocurre? ¿Ha cogido una insolación o algo así. . .?—le pregunta una de las chicas de la expedición, mirando al guía, extrañada por su repentina salida de tono.



                    —¿Y vosotros qué sabéis de ná? ¡Maldita sea mi estampa! ¡Volvemos al Jeep! ¡Vamos, rápido!—Grita Marcos, tembloroso, dando media vuelta para situarse en cabeza de la expedición.



                    —Oiga. ¡De eso nada, nos ha cobrado un pastón por llevarnos hasta el cenote y lo hará, le gusta o no!—Le grita en su misma cara Peter, al guía, interponiéndose en su camino.



                    —¡Óyeme pendejo!  Si queréis ver el cenote, está justo detrás de esa roca que ves ahí delante—le espeta en su misma cara Marcos a Peter, señalando con su brazo una gran roca que lleva tallada algunos dibujos de aspecto pre-colombino—. Yo me voy. ¿Me oíste puto de mierda?—le dice Marcos, el guía, mientras apunta a la nariz de Peter con un revolver que ha sacado de su pistolera.



                    —Vale, vale, tampoco hay que sacar las cosas de quicio—responde Peter separándose de Marcos lentamente con las manos arriba.



  El resto del grupo se apartan a ambos lados del camino para dejar paso al cada vez más asustado guía, que no para de mirar a todos lados con los ojos muy abiertos.
   Marcos levanta su mano izquierda para dar la orden de marcha y, cuando mira hacia detrás, nota como un empujón que casi le derriba, a pesar de su corpulencia. Apenas nota el reguero de sangre mezclada con sudor que empapa su camisa, sus ojos se abren describiendo una orbita mortal y cae inerte al suelo atravesado por una lanza que le sale por el costado. Toda la expedición se queda perpleja ante la visión del guía muerto en el suelo en medio de un gran charco de sangre que en sólo unos segundos se ha cubierto de moscas. Irene, una de las tres chicas que componen el grupo junto a los otros tres chicos, suelta un grito de terror que hace saltar las alarmas en la jungla. Como un torbellino salido de la nada; pájaros, insectos y toda clase de animales salen en estampida dejando la jungla aún más silenciosa y tétrica, para cuando el grupo quiere reaccionar todos están atravesados por sus respectivas lanzas, desparramados en el camino entre un charco de su propia sangre, todos menos Irene, la única del grupo que ha reaccionado a tiempo para salir corriendo como alma que lleva el Diablo e internarse en la jungla en un intento desesperado de salvar su vida. No tardó mucho en comprobar que eso es imposible cuando tus atacantes son precisamente las sombras de la jungla. El palo, en forma de porra, le alcanzó las pantorrillas y la derribó de forma brutal en su loca carrera hacia ninguna parte.
  Cuando despertó Irene; una indígena muy pequeña de estatura, con unas diadema de hojas que le recogía su negro y largo pelo, le estaba acariciando el vientre mientras su sonrisa mostraba su desbastada dentadura. Extrañada por las atenciones de la indígena miró su hinchado vientre: ¡Estaba embarazada! Trató de levantarse desesperadamente pero entonces la sonriente indígena le acarició el pelo mientras abría su mano mostrando un extraño polvo blanquecino que sopló directamente a su cara, todo se volvió oscuro lentamente, sólo quedaron reflejadas algunas preguntas en su mente que quedaron sin respuesta:  ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente? ¿Dónde estaba? ¿Qué le habían hecho?. Y sobre todo la última de esas preguntas que hizo que su cuerpo tuviese una convulsión antes de caer en el abismo de la oscuridad . . . ¿De quién era el hijo que llevaba en su vientre . . .?