martes, 2 de septiembre de 2014

Político mío. Carta abierta a.

  Político mío:

  Usted me ha engañado. Sí. Tal cual se lo digo: Usted ha abusado de mi confianza, me ha tomado por tonto -esta palabra debería escribirla con mayúsculas- y, además, se ha reído -y sigue haciéndolo- de mí.
  Al leer mis palabras, quizás que usted piense que es una carta más, en la que la injuria y los improperios serán en adelante lo que prevalezca, pero más allá de mi intención mezclar a la familia, y menos aún a la madre de uno, para satisfacer el hondo sentimiento que atenaza mi interior -eso es lo que estoy observando en los últimos tiempos-, así que no quiero que mi carta hacia usted sea una más llena de rencor, quiero escribirle de forma educada porque siempre me ha dicho mi padre que las cosas, dichas con educación, calan hondo y ponen la cara roja a la persona a la que están dirigidas.
  Para empezar, Político mío, deje que el primero en entonar el "mea culpa" sea yo, le dejé carta libre y usted me engañó, nunca debería haberlo hecho, tenía que haberme cuidado de usted, pero usted habla tan bien que me engatusó y olvidé hacerle un seguimiento para que esto no ocurriera. Teníamos, usted y yo, un pacto no escrito -ni firmado- en el cual yo me dedicaba a votar, ser un buen ciudadano, pagar mis impuestos, cumplir en mi trabajo y no alborotar recintos donde usted, Político mío, es el gallo del corral. A cambio, usted, Político mío, se ofrecía a representarme en todos los estamentos habidos y por haber -y si no, se crean nuevos-, además de administrar el estado y, sobre todo, de cuidar del bienestar de los ciudadanos, entre ellos yo. Además, en la letra pequeña, porque Político mío -todo contrato tiene letra pequeña-. Usted se responsabilizaba de cuidar del destino de mis impuestos, eso conlleva la vigilancia de lo que hacen sus congéneres. Sí, no me ponga esa cara de niñato insensato que no ha roto un plato en su vida, usted tiene que ser su propio vigilante, o no se da usted cuenta de que su compañero de al lado se ha comprado una mansión -a la que le ha invitado-. se ha comprado un yate de 21 metros -en el que usted se ha paseado-, ha echo mil viajes al confín del mundo -los cuales ha departido con usted con todo lujo de detalles-, tiene joyas en su casa como si de una joyería se postín estuviéramos hablando -las cuales usted ha alabado con toda clase de elogios-, ha asistido a sus comidas interminables, Oh, perdón, a sus almuerzos de trabajo -cosa que nunca he entendido, claro será porque yo, para almorzar, tengo que parar de trabajar.- que han terminado en una casa de . . . perdón no he querido herir sus sentimientos. Bueno a lo que íbamos: Usted Político mío ha transigido con la corrupción, bien por hecho, o por encubrir lo evidente y no denunciarlo. Así qué, Político mío, he de anunciarle que rompo mi contrato con usted. No, no se preocupe, no voy a pedirle que cambiemos los papeles y se ponga usted a trabajar y yo a . . . -bueno a eso que usted sabe mejor que nadie-. Todo lo contrario, le aviso qué, en adelante, no le voy a permitir que se salga de su rol para interpretar lo que a usted le venga en gana con total impunidad, más aún, le advierto que seré su más incondicional admirador en las cosas buenas pero también su más implacable azote en aquellas que nada tengan que ver con sus dotes políticas.
  Usted, Político mío, no sabe quién soy así que es justo que me presente, como prueba de buena voluntad, ante las refriegas que pudieran haber en adelante entre Usted, Político mío y yo. Soy un padre de familia de 52 años, con todo lo perdido ya dado por olvidado y todo por ganar. Me llamo Francisco Ferrer Carbonell y, en adelante, Político mío, mire usted detrás de su cabeza, allí donde la coronilla o la cola, según el sexo, tienden a plantarse. ¿Y sabe usted porqué, Político mío? Porque usted me ha engañado; ha abusado de mi confianza con total impunidad, ahora ya no me fío de usted ni aunque me dedique su más engatusadora sonrisa -por cierto, qué bonita sonrisa tiene usted-. En adelante me tendrá usted a su lado en lo malo, como siempre, pero permítame decirle que también en lo bueno estaré con usted, para vigilar las malas tentaciones, que en palabras populares, "haberlas haylas"

   Un cordial saludo en la seguridad de que éstas, mis palabras, no le han molestado, pues más allá de mi intención el que usted, político mío, se enfade ante mi carta, pero ha de tener en cuenta que sus actos pueden molestar a los ciudadanos como yo, cuando usted, Político mío se extralimita en sus funciones, encima se auto-protege y, para más "Inri", me toma por TONTO -ahora sí lo he escrito en mayúscula-. Y tengo que decirle que usted, Político mío ha confundido la inacción con la tontería y eso, Político mío, le aseguro que no volverá a suceder porque ni yo le voy a dejar, ni usted se irá de rositas.

 Se despide de usted, Político mío, su seguro servidor y, en adelante, su seguro, diligente y solícito acompañante.



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