jueves, 30 de octubre de 2014

Lucero -Capítulo 3-

  La noche se hizo casi al descuido y Dena, refugiada bajo un sauce cuyas ramas tocaban las heladas aguas del lago, vio como todos sus compañeros desaparecían por la abertura de salida y cuando la sombra llegó al punto crítico la gran piedra comenzó a cerrarse haciendo un ruido atronador. Dena sintió ahora el miedo que no le había llegado a la hora de decidir quedarse allí, aislada en un valle que ahora era un vergel y cuyas historias le hicieron estremecerse. De forma involuntaria se adentró más hacia el interior de su refugio acercándose al tronco, al amparo que el sauce llorón le ofrecía. A través de las ramas pudo observar el resplandor de la luna sobre las nevadas cumbres que aislaban del resto del mundo el vergel en el que ahora se hallaba, se desperezó haciendo caso omiso al run-run que su estómago empezaba a emitir, echó un trago de agua del odre y, apoyándose sobre el tronco del sauce, quedó mirando al lago donde la luna iba dejando ya un hermoso camino plateado en contraste con la oscuridad reinante. "Qué hermoso" pensó para sí y volvió a echar un trago del odre cpn la mirada fija en el infinito.

            --------------------- oo0oo----------------------

   Cuando llegaron los carros tirados por bueyes junto con los asustados mortales al poblado, ya era noche cerrada, las grandes hogueras circundaban el pueblo y los vigilantes, armados hasta los dientes, andaban ya en reyertas con los habitantes de la noche, ávidos de sangre fresca.
  En la empalizada, aún sin terminar, les estaba esperando Shahin el jefe del poblado. Éste se acercó al carro donde su lugarteniente Randon caminaba con la cabeza gacha y la mirada perdida, tenía el ceño fruncido y en su cara se reflejaba la preocupación. Cuando Shahin se plantó delante del carro deteniendo a los animales, Randon no pudo por menos de arrodillarse para poder pedir clemencia.
  Shahin se arrodilló a la par de súbdito.

               -¿Dónde está Dena? te advertí que cuidaras de ella- comenzó a decirle en tono muy bajo como si la paciencia fuese una de sus virtudes.

               -No , , , no lo sé Señor, cuando salimos del valle ya no estaba con nosotros, debió quedarse atrás o alguien la cogió, no sé- respondió Randon sin levantar la cabeza.

               - Bueno, mañana saldremos a buscarla, tú dirigirás el grupo de búsqueda.- le dijo Shahin  a Randon arrastrando las palabras mientras se levantaba -¡Ah! más te vale volver con ella. ¿Entiendes lo que quiero decir?- le escupió en plena cara mientras le agarraba por la pechera.

               - Señor, todo ha terminado allá arriba- dijo Randon señalando con su dedo indice el cielo.

               - ¿Pero, . .  qué has dicho? ¿He oído bien? ¿Porqué cojones no me lo has dicho antes?- dijo Shahin gritando para atraer la atención de todo el mundo.

  Shahin se levanto de un salto lanzando un aullido que dejó helados a todos, se mesó el cabello, hinchó su pecho de nuevo y un aullido casi sobrehumano salió de su garganta, cuando hubo terminado se escuchó un profundo silencio por respuesta.

   -----------------------------ooo0ooo----------------------------

 
  El palacio es tan descomunal que Uriel podía desplegar sus alas y aún así la distancia entre las enormes columnas era casi del doble de su envergadura. Volar entre las más de mil columnas no era problema pero estaba prohibido, así que tardó un buen rato en llegar hasta la sala central, cuando llegó a la puerta, ésta estaba custodiada por dos ángeles oscuros, la guardia de Nos, no se les puede mirar a los ojos, según dicen la locura es instantánea. Uriel, se puso delante de la puerta de doble hoja, nunca había estado allí, así que, aunque se lo habían contado, no por ello la impresión fue menor. La enorme puerta tenía la misma anchura que dos columnas y su altura se perdía en la negrura del techo. pero lo que más le llamó la atención a Uriel fueron los relieves que aparecían en sus cuarterones: eran escenas vivas de la lucha entre el bien y el mal, eternas luchas entre ángeles que se representan una y otra vez en cada uno de los miles de cuarterones que componen la grandiosa puerta
de entrada al Samada.
 Uno de los guardianes de la puerta se acercó a Uriel y, sin mediar palabra, extendió sus brazos indicándole que le entregara las armas. Uriel depositó su arco, el carcaj y se desabrochó el tahalí de cuero repujado con motivos guerreros en el que porta su querida espada Legna, entregándosela al guardián, no sin antes decirle, medio enserio medio en broma: "Cuida de ellas como si fueran tuyas, y lleva cuidado no te vayas a cortar", La única respuesta que obtuvo Uriel fue el chirrido que produjo la puerta al abrirse, Uriel se ciñó el quitón ajustando el cinturón y esperó a que la puerta estuviera abierta por completo, no quería dar la impresión de estar asustado, enjuto y decidido comenzó a entrar en el Samada, a cada paso su asombro iba en aumento, estaba acostumbrado a cosas hermosas pero lo que estaba viendo se escapaba a su entendimiento, simplemente era . . . era . . .

             - Nos queremos saber.

  Éstas fueron las palabras que sacaron de su abstracción a Uriel, quien las había pronunciado estaba detrás . . .  no, detrás, no, arriba, a la derecha . . . no, no estaba . . . Uriel empezó a dudar mirando a su alrededor.

             -Ja,ja,ja. A Nos nos hace gracia tu cara de desconcierto, ¡lo que hay que ver! en la batalla sois implacable y sin embargo, ahora parecéis un querubín asustado.

     Uriel miro hacia delante y le vio. Le miró para ver y supo quién era. Y entonces comprendió.
Aunque su cara enrojecida dijera otra cosa, él era el vencedor y ahora tenía que rendir cuentas.

            - Vive, como ordenasteis; le corté las alas con Legna, vuestro regalo, y para asombro mío sus heridas sanaron en el mismo instante en el que se las cercené, ni siquiera sangró. No rogó, ni suplicó cuando vencido, le di el mensaje. Su arrogancia fue aún mayor, tenía que haberle matado entonces, pero algo en mí me lo impidió, ahora sé y comprendo: La espada Legna, vuestro regalo hacia mí, era para éste propósito- Dijo Uriel con emoción contenida.

            - Nos le queríamos, era tal cual yo, pero le cegó . . . Bien, Nos queremos saber más.- respondió Nos, sin más explicaciones.

            - Está expulsado en el paraíso, cayó en el lago y ahora está a punto de salir de él, junto al gran sauce . . .

            - ¿Algo más que Nos tengamos que saber . . .?  por ejemplo lo de la mujer.

           - Pero, , , ¿Cómo, cómo . . .?- dijo Uriel balbuceando asombrado- Iba a contároslo, pero no me habéis dado tiempo- siguió diciendo intentando guardar la compostura.

           - Nos estamos un poco impacientes . . . continúa.

           - La mujer pertenece a una cuadrilla de apoyo y por motivos desconocidos se ha quedado en el paraíso, y ahora mismo está bajo el sauce, si no lo impedimos se encontrarán.- Terminó diciendo Uriel con tono de alarma.

           -Nos queremos que vigiles sus pasos. Nos queremos que tu presencia no sea advertida. Nos queremos que salgan por sí solos, si las criaturas de la noche, la fauna terrenal o los mismos hombres se interponen, que sea el libre albedrío el que imponga su devenir. Ahora Nos queremos que te vayas y cumplas las encomiendas.

           -Pero, ¿y si su vida corre peligro? ahora es mortal . . .- respondió Uriel casi sin darse cuenta de lo que decía.

           -¡Que se joda! Y ahora Nos queremos que te vayas . . . ¡Ya!

 





martes, 28 de octubre de 2014

Lucero -Capítulo 2-

 Todo parecía haber acabado; el Ángel custodio había desaparecido envuelto en un resplandor al igual que los cadáveres repartidos por todo el campo santo y los que había amontonados en el carro tirado por bueyes, el cielo se abrió para dar paso al sol y lo que antes había estado sembrado de muerte y mustia naturaleza en una tierra que se presentaba baldía, se mostraba ahora de una exuberancia cercana al paraíso terrenal.
   Dena siguió hacia el manantial y de la fuente llenó su odre de un agua limpia y fresca, lavó sus manos y refrescó su cuello y nuca con las manos humedecidas, sus compañeros estaban absortos, mirando hacia ella ensimismados, Dena los miró con sorna:

          - Valiente pandilla de cobardes asustadizos- les dijo mientras recogía el odre de agua -¿Qué miráis con tanta insistencia?- acabó preguntándoles ante las caras de sorpresa con las que miraban hacia ella.

          - No es a ti a quien miramos, estúpida, mira detrás tuya . . . - contestaron todos casi al unísono.

  Dena giró sus lindo cuello y sus ojos se posaron en una luz que caía del cielo, parecía como si el lucero de la noche cayera a la tierra envuelto en una luz cegadora, un fuerte sonido acompañado de una explosión terminó con el espectáculo y, fuera lo que fuera lo que cayó del cielo, fue a parar a las  profundas aguas del lago que se avistaba no muy lejos de donde se encontraban los asustadizos mortales, que visto lo acontecido, lo único que querían era abandonar el lugar lo más rápido posible, el atardecer era ya muy notable y las historias que se contaban sobre este lugar por la noche aconsejaban abandonarlo cuanto antes.
  El cortejo se apresuraba todo lo que podía para salir cuanto antes del valle, cuando arribaron al camino que bordeaba el gran lago central, entraron en procesión con otras cuadrillas, que como ellos, volvían a toda prisa para salir cuanto antes, si la noche se les echaba encima sería imposible salir de allí, y eso era sabido por todos.
  Cuando llegaron a la gruta de salida, la piedra aún no la cubría, así qué, ante la vista de la sombra que ya estaba a punto de tocar la piedra y ésta empezaría a cerrarse, todos comenzaron a correr dejando a los bueyes que siguieran con su cansino paso. Ya del otro lado todos comenzaron a respirar tranquilos mientras los últimos ayudaban a los bueyes para que no se pararan y pudieran salir sin problemas, una vez que la piedra cerró la entrada todos se dirigieron al pueblo, tan cercano que desde la ladera de la montaña se veían las luces ya encendidas así como las grandes hogueras que se encendían para salvaguardar de los peligros de la noche al poblado. Todos quedaron mirando hacia las luces de salvación cuando detrás de ellos comenzaron a escuchar los gritos de Randon: "¿Dena . . .? ¡Dena! ¡Dena!! fueron los gritos de angustia que se escucharon mientras todos se miraban entre sí en busca de alguien que ya no estaba entre ellos, entonces escucharon un grito que nacía de la misma desesperación:   ¡¡¡D E N AAAAAAA!!!
  Todos se miraron y sin mediar palabra volvieron al camino, Randon caído de rodillas, se levantó, miró hacia detrás para ver que la salida estaba bloqueada y lo que era peor, la única abertura por donde poder entrar para salvarla, eran la misma cosa.  Miró hacia arriba y contemplo impertérrito las altas cumbres que circundaban el valle, tan altas como blancas eran sus nieves perpetuas. Randon agachó su cabeza, apoyó su mano en el yugo de los bueyes y comenzó a caminar hacia el pueblo mientras susurraba en voz baja: " Que Dios te asista allí donde estés . . ."


domingo, 26 de octubre de 2014

Lucero - Capítulo 1-

   El cielo se iluminaba por momentos y los estruendos que acompañaban a los relámpagos hacían que las gentes se escondieran en casa cerrando los pórticos a cal y canto mientras se internaban en lo más profundo del interior de sus casas, alejándose de puertas y ventanas. Sólo algunos escogidos eran obligados a salir para la recogida de los destrozados cuerpos que caían sin concierto por todo el campo santo. Cinco personas acompañadas de un Custodio eran las encargadas de recoger los cuerpos que el Custodio les iba señalando con una marca en la frente. El carro, tirado por bueyes, iba marcando un paso anodino en el que la comparsa se ajustaba perfectamente. Tras meses de incruenta batalla, el "Campo Santo", como llamaban ya a las colinas que conformaban el irregular terreno donde yacían los caídos, se había convertido en un paraje adusto y gris, donde los arboles asemejaban tostadas cruces y la hierba era un conglomerado gris que contrastaba con los caídos, tan hermosos que a Dena se le llenaban los ojos de lágrimas cada vez que el Custodio marcaba un cuerpo para subirlo al carro.
  Llegados a la fuente de la encrucijada, Dena pidió permiso al Custodio para llenar el odre de agua de manantial, éste miró a Dena y, con un gesto de la mano, confirió su asentimiento. Dena no pudo por menos que mirar los ojos del Custodio, ¿Cómo era posible que tanta belleza pudiera estar en franca batalla? ¿Qué ocurría en el cielo que caían sin remisión a centenares cada día? ¿Hasta cuando esta locura?
  Dena recogió su larga y azafranada melena leonina en una larga cola, descolgó del carro el odre vacío y comenzó a andar hacia la fuente, nadie la miraba porque nadie tenía permiso para hacer otra cosa que no fuera su cometido, salvo que algo te pillara desprevenido y entonces el desconcierto se hiciera dueño y señor de la ocasión, y eso fue lo que ocurrió en ese preciso momento. Del cielo surgieron notas acompasadas de shofar tan fuertes que todos se tuvieron que tapar sus oídos a la vez que caían al suelo entre contorsiones de dolor; entonces sobrevino un resplandor, seguido de un estruendo, que hizo temblar hasta las raíces más profundas mientras levantó casi medio metro el carro junto con su angelical carga. En un segundo, todo terminó; el cielo se abrió a un cálido sol, las nubes desaparecieron y todo volvió a la normalidad. Todos los cuerpos esparcidos por el campo santo destellaron en luz cegadora desapareciendo, todo en derredor cambió: los arboles se volvieron ricos frutales, el suelo se cubrió de un manto verde salpicado de miles de flores, a cual más bella, y  Dena . . . Dena volvió su rostro hacia el Custodio en busca de respuesta, éste levantó sus brazos hacia el cielo, miró a Dena a los ojos y pudo ver su sorpresa cuando desplegó sus grandes y hermosas alas, tan blancas como la nieve y tan hermosas como el rostro que las portan. El Ángel custodio se mostró a Dena tal cual era, la mayor y más hermosa criatura de la creación. Dena sonrió mientras el Ángel custodio le guiñó un ojo a la vez que decía, "Por fin, todo ha terminado. Es hora de que todo comience . . ."

sábado, 25 de octubre de 2014

Lucero (prefacio)

  La tormenta celeste se intensifica a cada estruendo que ilumina el cielo, el sonido de la batalla es tan fuerte que anula los sentidos haciendo pequeña a toda criatura. No hay resguardo para el temor y la encendida noche, con su batir de tambores, atenaza el corazón de quien se atreva a mirar hacia arriba. Ese mar de inmensidad empieza a recalar en la tierra con un impulso alocado que pronto se convierte en torrentes de lodo que arrasan todo a su paso. Los árboles crujen en un devaneo de destrucción que no hace sino agarrotar aún más el corazón de los amedrentados penitentes que esperan el desenlace de esta guerra surgida en el cielo y de consecuencias nefastas en la tierra.
Abandonados a su suerte, la espera se antoja eterna en la esperanza de que el cielo se apague y todo vuelva a la calma . . . Sí, pero ¿A qué precio? La respuesta es sólo cuestión de una delicada combinación entre tiempo y destino, en la que el azar, al igual que el amor, es un elemento muy pequeño en una combinación de venturas tan grande, pero no por ello de menos peso . . .

martes, 21 de octubre de 2014

Entre miradas anda el juego

Amiga mía
me gustaría decirle
 "Me gustan sus enojos
y esos ojitos que me echa
 al descuido"
-pero que son siempre míos-
Y quiero que se condene,
pero conmigo,
si es pecado lo nuestro
-aún en la distancia-
la condena será para los dos
y habremos de cumplirla
muy juntos.
Amiga mía
sólo respiro en su mirada
y sí, sé que es atrevimiento
que sea así, en la distancia,
pero es que quiero,
quiero que sepa,
que también sus miradas son
-y están-, en la distancia
tan mías como suyas son.
Y ahora, amiga mía,
quiero que sepa,
que lo que intuyo -como mío-
no dejan de ser miradas
-a escondidas- que completan
a esos labios tipo Marilyn
que son mi condena
a la vez que la suya serán
pues mi mirada, -quiero que sepa-
no tiene dueño si usted no la mira.

lunes, 20 de octubre de 2014

¡Cuidado con los cabreados!

   Estaba dispensando billetes de autobús cuando un hombre llegó corriendo como alma que lleva el diablo a la ventanilla, casi sin resuello, me preguntó por el autobús que iba al centro de la ciudad a lo que le contesté que ya había salido y que el siguiente tenía la salida en media hora. La reacción no se hizo esperar: "¡Otra vez se me ha escapado el autobús . . .¡ ¡Maldita sea! Ahora llegaré tarde otra vez . . . pero mañana, mañana no me vuelve a pasar. Mañana no se me escapa!" le oigo decir muy enfadado y pataleando. Y se marchó.
   Al día siguiente, un cuarto de hora antes de la salida del autobús, llegó el hombre muy sonriente y sacó su billete, me preguntó por el número del andén de salida, me pagó y, cuando se marchaba silbando y muy alegre, le dije: "Maestro, hoy no se le escapa, eh" el susodicho individuo giró su cabeza y dedicándome una sonrisa me dijo: "Le aseguro que no, hoy no".
   Pasado el tiempo dos chicas vinieron a comprar un par de billetes, pero no paraban de reír y no aclaraban bien el destino, así que les reprendí su aptitud, a lo que me respondieron: "Perdone pero es que nos ha hecho mucha gracia lo del autobús".
   
                             - ¿Lo del autobús  . . . qué ha pasado?- les pregunté con cierta inquietud.

                  - Pues un señor que ha echado clavos en el asfalto y ha reventado las ruedas al autobús mientras no para de decirle al chófer, que por cierto tiene un cabreo de padre y muy señor mío: "¡Ahora me dejas en tierra . . . si tienes cojones!"

domingo, 19 de octubre de 2014

Nada

   -  Un ángel me persigue, lo malo es que cuando me doy la vuelta para ver si sigue ahí, él cree que soy yo el que estoy al acecho.

  - Si pudiera lo cambiaría todo, menos a ti.

  - Cambio besos por abrazos, ah pero eso sí, "mu apretaicos" y con "güenas intenciones".

  - Algún día seré el dueño de mi vida -no me mires así, que tú tampoco eres libre-.

  - Alguna veces dudo entre saber la verdad o seguir con la mentira.

  - La mentira nos hace fuertes ante los demás, pero con pies de barro.

  - Hace tiempo que dejé de patear los cartones que me encuentro sobre la acera, ahora son impredecibles, no sabes qué puede haber debajo -o quién-.

  -¡Malditos roedores, se han llevado el dinero y proliferan como cucarachas!

   - ¡No te subas tanto los pantalones . . .! que se te ven los calcetines.

martes, 7 de octubre de 2014

Bendita fantasía.




Una barca varada en la playa;
pisadas que se pierden, 
huellas de huida sin regreso
ni espectadores adustos
en los que reclamar ayuda,
sólo algunos aspectos desdibujados
de lo acontecido.
Los suficientes para encender la mecha
para iniciar la marcha del engranaje
que hará del relato  
la mágica aventura
que te transportará a lejanos mares;
mares de ensueño,
mares de limpia arena
y de grandes palmeras 
recostadas, dormidas sobre la playa.
Relatos de tesoros piratas,
de hermosas historias de amor
apostadas a la amura del bergantín
y todo, después de todo,
arrebujado en limpias sábanas
con la excitación de la lectura
al amparo del hogar:
bendita fantasía.

lunes, 6 de octubre de 2014

Haikus de rumbo.




    Camino abyecto 
vuelvo sobre mis pasos
   huella encubierta. 


 Margen de errata
al rumbo de derrota
   golpe timón.

domingo, 5 de octubre de 2014

Mirar para ver.

 


   Hoy el rocío se ha hecho belleza en las flores, las ha recubierto de su manto transparente dándoles connotaciones de lágrimas austeras en tristeza, pues cuando ha salido el sol, más parecían perlas de una sonrisa etrusca -Ay, mi José Luis Sampedro.  Cómo me acuerdo de la "Rusca" y esa sonrisa que sólo él pudo revelarnos tan bien-. Hoy he salido a caminar y me he encontrado mirando el rocío prendido de las flores . . .   me ha gustado, y me he gustado. Algunas veces me olvido de mirar para ver las cosas que me rodean, y cuando vuelvo para hacerlo, siempre me sorprendo, siempre . . . siempre.