miércoles, 1 de noviembre de 2017

Noches de terror en el Museo Barón de Benifayó.

Buenas noches, os dejo el relato que leí en el evento que se realizó en el Museo Barón de Benifayó. Espero que os guste, ah, los efectos especiales con los globos son fáciles de hacer.



Buenas noches.
     Si hay alguien con problemas de corazón, le pido por favor que abandone la sala.
      Los globos son mi pequeño homenaje a Sthepen King. Un maestro del terror, capaz de convertir algo tan inocente, como un globo, en un elemento de autentico pánico.

            El relato lleva por titulo:    A dormir.

La soledad es mala compañera y su compinche la tristeza me lo restriega todos los días a la cara. La próxima vez que fallezca serán mis cenizas las que hablen.
     Las noches de tormenta me dan miedo. Cuando veo el primer relámpago cuento con inquietud el intervalo con el trueno, a sabiendas de lo que va a ocurrir: Mi hermana pequeña, sentada en la mecedora blanca que hay en el rincón, comienza a gritar, despertando a todos los engendros que habitan en mi aposento. Intento calmarla pero no hay consuelo posible, y eso que cada vez que visito su tumba se lo pido por favor: "Por las noches, no grites... no grites". La miro y sus ojos suplicantes se clavan bajo la cama. Le ruego, una y otra vez, que no me obligue a hacerlo.... que no me obligue; pero su boca mortecina amenaza con volver a gritar.
     Me aterroriza mirar bajo la cama. Mis piernas comienzan a temblar mientras el sudor aparece en mi frente. Me agacho apoyando mi mano derecha en el suelo frío y, con la izquierda, agarro el faldón de la colcha para levantarla mientras inclino mi cabeza y cuento hasta tres: uno, dos y... tres.

                                 Boom explosión de globo.

     Debajo de la cama veo salir el vaho congelado de aquel que la habita. Entonces doy un respingo hacia detrás, asustado, mientras mi hermana se parte de la risa. La miro con cara de reproche y ella responde cerrando los ojos. Entonces se duerme y  aprovecho para cerrar la persiana  sin mirar a través de los cristales. No quiero cruzar la mirada con los lúgubres ojos  que tanto me aterran, siempre esperándome, agazapados en la oscuridad. "¡Sombra  mala!" le digo.

   Lo peor es cuando tengo que apagar la luz. Tengo que hacerlo rápido para evitar que me sobe la mano asquerosa que habita en el interruptor. Cierro los ojos, apretando los parpados y cuento hasta tres: uno...

                                     Boom, explosión de globo.

     Lo hago muy rápido, pero siempre me pilla. Me roza la mano y me cago de miedo, porque es fría y asquerosa. Se me eriza  la espalda solo de pensarlo.
     Ahora ya puedo irme a la cama. No sin antes, pasar frente al espejo de cuerpo entero, que mi mujer compró con tanta ilusión. El que lo habita es el que más me aterra, me da tanto miedo, que he tenido que cubrir el espejo con una sábana blanca. No quiero, que el hombre vestido de negro, con su mirada penetrante, me encuentre. Sus dientes afilados como agujas, los llevo grabados a fuego en mi brazo, después de la última vez que nos vimos.
     Y cuando por fin puedo acostarme, mi mujer me coge por detrás mientras me pregunta con calidez... si la quiero. Yo asiento sonriendo mientras abrazo el escotado vestido rojo con el que fue amortajada. Algún día os invitaré a una fiesta de pijamas...

                                            Boom, explosión de globos


¡Buenas noches!

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